Columna de Ignacio Santelices, Director Ejecutivo de la AgenciaSE en el Diario Financiero.
La respuesta tradicional de los economistas a las recesiones es invertir en infraestructura: involucra gasto público, pero atrae capitales privados y genera empleos. Sin embargo, ¿es la mejor forma de reactivar la economía post-pandemia en forma sostenible?
En Chile, hay más de cinco millones de edificaciones, dos tercios de las cuales fueron construidas antes de 2000 sin estándares de eficiencia energética, por lo que necesitan tres veces más energía que una construida hoy, pues tienen tan mala aislación térmica que el aire interior se recambia completamente sólo cada 20 minutos.
Lo mismo aplica en miles de escuelas y jardines infantiles, donde la temperatura en invierno está por debajo del mínimo para un buen aprendizaje y los niveles de CO2, humedad y ruido están por sobre las recomendaciones.
Por otra parte, enfrentar el cambio climático requerirá grandes cambios en nuestra estructura productiva y estilos de vida. Sin embargo, ¿está la infraestructura preparada para estos desafíos? Probablemente, no. En este sentido, una reactivación sostenible, ¿no debiese enfocarse en mejorar la infraestructura existente? Probablemente, sí, en base a diversas experiencias exitosas. Un ejemplo es el cambio de las calderas de todos los hospitales de alta complejidad por sistemas eficientes, invirtiendo en torno a $200 millones por hospital, generando ahorros alrededor de los $100 millones por año, liderado por la AgenciaSE.
Otra iniciativa es la del MINVU, con su programa de reacondicionamiento térmico de viviendas sociales construidas antes de 2000, para llevarlas a los estándares actuales. El programa invierte entre $3 y $5 millones por vivienda y reduce el gasto de energía entre un 30 y el 50%.
Hasta ahora, todo va bien, pero, ¿cómo las financiamos sin comprometer significativamente el gasto público? Replicando diversos casos de éxito internacionales.
Un grupo de edificaciones requerirán que parte de la inversión sea pública: viviendas sociales; escuelas y jardines infantiles; porque más que ahorros significativos de energía, las inversiones permiten mejorar notablemente la calidad de vida de los ocupantes. Otro grupo de edificaciones públicas podrían utilizar modelos de financiamiento de ‘ahorros compartidos’, muy exitosos en EEUU y Alemania, en donde quien hace la mejora hace a la vez la inversión y cobra al usuario una cuota menor a los ahorros que se producen, por un cierto período de tiempo.
Podemos tener una recuperación sostenible que genere empleos, minimice el uso de recursos públicos, incentive la inversión privada, reduzca nuestras emisiones y prepare nuestra infraestructura a los nuevos desafíos; pero para esto aplica más que nunca, por muy cliché que sea, que ‘si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo’.
Fuente: DF