Columna de Ignacio Santelices, director ejecutivo de la Agencia de Sostenibilidad Energética, en el especial de la Ley de Eficiencia Energética de La Tercera.
Quienes hayan tenido una clase de introducción a la microeconomía, recordarán el clásico ejemplo de la venta atada: nos ofrecen comprar una impresora barata (como gancho) y luego nos cobran caro por la tinta. En Chile – y el mundo – nos encanta comprar impresoras baratas.
Nos cuesta mirar el ciclo completo que considera costos de inversión y de operación, ya sea por falta información, por problemas de liquidez, porque estamos acostumbrados a un equipo de cierto modelo o porque nos preocupa el bono por resultados de este año. Esta visión cortoplacista ciertamente tiene impactos en el largo plazo en la productividad pues por ganar más hoy, dejamos de ganar mucho más en el futuro.
La Ley de Eficiencia Energética (EE) nos invita a cambiar esta mirada y apostar a la sostenibilidad en el largo plazo.
Las grandes empresas (en torno a 200, que representan 35% del consumo total de energía del país), a través de los Sistemas de Gestión de Energía (SGE), incorporarán en su gestión de excelencia operacional la energía. La experiencia muestra ahorros en torno a 5% anual los primeros años.
Importaremos vehículos más eficientes (más rendimiento) y los consumidores tendremos más opciones para elegir autos que gasten menos combustible, sin pagar necesariamente más por el auto.
Las inmobiliarias nos informarán sobre el consumo energético de la casa u oficina que queramos comprar y podremos tomar una decisión más informada sobre la que, probablemente, es nuestra compra más importante.
La Ley EE nos permitiría ahorrar, en régimen, US$3.500 millones anuales ($150.000 por persona) en energéticos, principalmente combustibles fósiles importados. En términos de emisiones, esto equivale a sacar de circulación 4 millones de autos. Sin embargo, lo más importante, es que potenciará una cultura sostenible que se preocupe, en el largo plazo, de la calidad de vida, el medioambiente y la productividad.
Fuente: La Tercera